domingo, 9 de junio de 2013

La espera del osito


Me encontraba andando por las ya muy recorridas calles miraflorinas, cuando un edificio en construcción (o en destrucción, no estoy muy seguro) llamo mi atención. Ya que casi por toda zona de la ciudad puede apreciarse imágenes como esa, seguí mi camino sin prestarle mayor atención. Pero, luego de unos pocos pasos, una imagen que mi caprichoso cerebro demoró en procesar golpeo mis sentidos. No fueron aquellas rejas mal colocadas ni la gran cantidad de polvo que cubría el suelo ni mucho menos la interesante iluminación que había en aquel lugar lo que impacto mi mente.
En la parte central del cuarto podía verse, a través de las rejas, un objeto poco común en un lugar como este se encontraba apoyado en la pared.

Mis pies se detuvieron al inicio, para luego obligarme a dar marcha atrás y a observar con mayor detalle la imagen. En aquel lugar, un pequeño oso de peluche, cubierto completamente por el polvo del lugar, se encontraba sentado a la vista de los incautos transeúntes que le prestaban poca o ninguna atención a aquel solitario objeto.

Luego de tomar la respectiva foto, y mientras emprendía el regreso a casa, un pensamiento llego a mi mente: ¿Será que muchas veces quedamos como aquel olvidado osito de peluche? Es decir, esperando en vano que un alma caritativa se acerque y nos recoja, o que la vida por si misma atraiga hacia nosotros aquel momento que tanto deseamos que llegue, pero que nunca lo hace.

Ahora, pensando con mayor profundidad: Si fuera ese el caso ¿Es realmente necesario que esperemos la "mágica" llegada de la persona que esperamos o que aquello que tanto deseamos que suceda llegue por si solo? ¿Y si la espera no dura días, sino meses, o incluso años? Con sinceridad, el tiempo es siempre corto y no perdona ¿Estamos realmente dispuestos a seguir esperando?


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