jueves, 31 de diciembre de 2015

Todos me miran

“Y miré la noche
y ya no era oscura…”
Gloria Trevi – Todos me miran




Y finalmente ha llegado al último día de este complicado año…
Han pasado muchas cosas, hemos vivido muchas experiencias tanto agradables como desagradables. Muchas personas han entrado en nuestras vidas, otros se fueron quizá sin darnos tiempo de despedirnos.

Si tuviera que describir este año 2015 en una palabra, esta sería CONFIANZA.
Puede que suene tonto. A mis cortos 27 años (¡ja!), siempre ha sido un grave problema la falta de confianza y el ímpetu de lanzarme a realizar las cosas. Por más que estuviera preparado, muchas veces la ausencia de voluntad y confianza para hacer siempre me detenía. Sin embargo, siempre llega el momento de decir “¡basta! Las cosas no pueden seguir así”.
Muchas veces, los cambios en la vida son difíciles. A veces, puede tomar dar un paso hacia un vacio, hacia lo desconocido con la esperanza de que pises suelo firme y no caigas. Pero, es necesario que demos esos pasos, que nos aventuremos hacia lo que deseamos.

Durante este año, los cambios fueron graduales, pero llegaron.
Unas pocas noches de karaoke frente a desconocidos que podrían burlase de mi posible falta de habilidad para cantar…
Aceptar que a veces es necesario recibir ayuda de un profesional para poder salir adelante y no avergonzarte de poder decirlo…
Defender mis creencias ante personas que solo se burlan de mi “inocencia” o que soy “anticuado”…
Recibir un paciente y poder tratarlo con el 100% de mi capacidad, y observan como finalmente tanto estudio da frutos…

Y finalmente, el evento que marcó mi 2015 y fue el mayor impulso de confianza en este año: asistir a mi primera Marcha del Orgullo.
Una interesante tarde y noche entre el grupo de gente que marchaba por las calles limeñas.
Siempre veía la marcha por las redes sociales y pensaba cómo era posible que la gente marchara e hiciera tanto escándalo por llamar la atención. No lo veía de buena manera. Pero, llegado el día, y recordando la promesa que le hice a un amigo que se fue este año, me uní a la multitud de personas que recorrían y gritaban a todo pulmón.
Recuerdo bien, como llegando casi al final del recorrido, con los gritos a mi alrededor, y los carteles y trajes de distintos colores, un pequeño fragmento de una conocida canción de Gloria Trevi me vino a la mente: “Y mire la noche, y ya no era oscura, era de lentejuelas…”. Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro. La noche ya no era oscura, sentía como se iba iluminando el camino y sentía que una nueva confianza resonaría en cada paso de mi futuro.

Ha sido un año de descubrimientos y de renovada confianza. Quizá las cosas no hayan salido completamente como deseaba, pero sé que si uno se enfrenta al futuro con mayor voluntad, es posible que todo sea mejor en los años por venir.


(Con confianza como este pancham)

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Y la canción es...

domingo, 6 de diciembre de 2015

Dream on

"Dream on... Dream until your dreams come true..."
Aerosmith - Dream On




"Tengo miedo. Es demasiado para ese día…"

Edu es un chico de 25 años, estudiante, a veces encuentra uno que otro cachuelo para solventar algunos gastos extra que prefiere no negarse. Suele ser responsable la mayor parte del tiempo, aunque quizá un día por ahí le da por pasarse viendo telenovelas koreanas (“doramas”, las llama). Edu sabe que ha perdido mucho tiempo por culpa de sus malas decisiones, pero sabe que aun no es tarde para corregir sus errores.

Meses atrás, a pesar del gran esfuerzo que entrego al estudiar y dedicarse a sus clases, no logro el resultado que deseaba. Un curso amenaza con retrasarlo en su carrera.
Pero, no todo está perdido. Existe una última oportunidad de lograr continuar. “Si apruebo un examen a fin de año…”, es lo que piensa a cada momento. No piensa dejar que su sueño se retrase aun más. A sus 25 años, aun mantiene la meta de finalizar la carrera con la que tanto soñó. “Solo quiero ser el mejor”

Ha llegado finalmente el día. Edu está nervioso. Es su última oportunidad de acabar el año como debe ser y no retrasarse más.  Se ha preparado. Ha estudiado todas las noches, no está dejando nada a la suerte. Con lapicero en mano, Edu empieza la prueba más importante que ha tenido que dar hasta ahora…
Edu no piensa dejar de soñar, no se dará por vencido hasta cumplir sus sueños.


Quizá la historia de Edu suene poco relevante para algunos.
Un estudiante universitario más con grandes sueños que desea acabar su carrera y ser un profesional. Existen personas cuyas luchas son aún mayores, ¿no?
Se suele pensar que solo las grandes batallas de personas que lo sacrificaron todo son lo único que vale ser contado. Pero, para un joven que lucha cada día por aprender de sus errores, quizá una simple hoja de papel al final de año sea la prueba más importante de su vida. ¿Por qué? Las batallas no se miden siempre por su tamaño o por el número de personas a las cuales involucra.

Son los sueños, los deseos que impulsan a las personas a luchar por algo, a no darse por vencido hasta llegar a hacerlos realidad.
Es aquella lucha por nuestros sueños la que nos hace mirar atrás, también, y darnos cuenta que hemos avanzado un paso más, que por más que perdamos una pequeña batalla, aun hay una oportunidad más que podemos tomar para llegar hasta el final.

Son las cosas por las cuales hemos luchado, los sueños por los cuales hemos batallado las que finalmente nos definirán. Quizá no siempre se llegue a cumplir con todos los sueños que hayamos tenidos, la vida es muy dura a veces. Pero, es mejor saber que has luchado, que lo has dado todo. 

Es mejor poder mirar hacia atrás y no encontrar el remordimiento  de haberte dado por vencido.
Es mejor caer luchando, aprender y volver a la batalla.
Es mejor soñar y luchar. Soñar hasta que nuestros sueños se hagan realidad…


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Nota: Basado en dos historias reales mezcladas en una sola inspiración 

Dejo la canción por aquí:



viernes, 17 de julio de 2015

Seasons of love

“Todos quieren hablar de cómo murió, 
pero ¿a quién le importa? 
Fue un momento de su vida.
Me importa más el cómo vivió…”
The Quarterback (Glee)




525 600 minutos…
525 600 momentos preciados, o incluso muchos más...

Un año mas ha trascurrido y estamos nuevamente en Julio.
Para muchos, este es el mes patrio, donde todos hablan de lo hermoso que es el país y ese tipo de cosas. Para mí, es también un mes de recordar a aquellos que se han ido ya, aquellos que llegaron al final del duro viaje al que llamamos vida.
Algunos se fueron en la paz de un dulce sueño; otro, no tuvieron esa suerte, lamentablemente.
Pero, no es un momento para recordar la forma como cada uno fue finalizando su camino, no. Es un mes para recordar lo mucho que cada quien logró avanzar. Los pasos que dieron en este mundo, las luchas que ganaron, las lagrimas que derramaron antes de levantarse y vencer, las sonrisas que regalaron a pesar de la dura vida que tuvieron, lo mucho que dieron sin importar lo poco que pudieran recibir a cambio; aquellas acciones son las que deberían ser recordadas al momento de pensar en ellos.

La vida de una persona no debería ser medida ni recordada por la manera como murió. Ese es un único momento en una larga cadena de momentos que fue su vida. ¿No tendría más sentido recordar a aquellos que nos dejaron por lo que nos enseñaron? Incluso hasta la persona más pequeña, o la persona con la que compartías unas pocas palabras puede darte una gran lección de vida. Eso es lo que realmente importa.

No los olvidaré, ¿quién podría? Me cambiaron la forma de ver el mundo, me cambiaron para toda la vida.

Gracias…


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Nota 1: No es la mejor forma de volver, pero quise volver con algo importante para mi.
Nota 2: Y es dedicado a todos aquellos que se me adelantaron en el camino, pero algún momento alcanzaré. 
Nota 3: Nuevamente, gracias...

La canción:

miércoles, 25 de marzo de 2015

Slipping through my fingers

“She keeps on growing 
slipping through my fingers all the time” 
ABBA – Slipping through my fingers



Son las 7 de la mañana y una pequeña cosita de cabello castaño corre por toda la casa desesperado. Usando un simple polo color blanco y un pantalón de buzo, unas zapatillas ya no tan pequeñas en sus pies, el pequeño corre apurando a su madre. Esta emocionado por su primer día de clases.
Desde la parte más alta de las escaleras, observo aquella tierna escena. El tiempo ha pasado tan rápido…

Eran las 5:40 de la tarde de un 7 de agosto.
Todos ansiosos por la noticia. Mi hermana ya está en Sala y solo queda esperar. Los minutos se hacen largos, demasiado largos. En un momento, por la necesidad de estirar las piernas, decido caminar un poco por el lugar. ¿Tanto demora? ¿Habrá pasado algo?
Pensamientos que inundan mi mente me mantienen distraído hasta que escucho el suave sonido de unas ruedas en el suelo. Curioso, me dirijo hacia donde proviene el sonido… y lo veo. Una pequeña cosita algo rosadita, casi sin pelito, hinchadito y con los ojos cerrados. Finalmente ha llegado al mundo mi sobrinito.
Me acerco para verlo mejor, y es ahí donde dos enormes ojos marrones se abren y, creo, me miran. Algo dentro de mí se conmovió ese día.

Ya son casi 6 años desde aquel día. Aquella pequeña cosita que vi en una incubadora ya me llega más arriba de la cintura. ¡Como ha crecido! Aun veo ese pequeño bebe que tanto miedo me daba cargarlo. Tan frágil, tan cálido. Un niño con el que hemos pasado tantos momentos en estos años, y que hoy vi cruzar la puerta solo para subirse a la movilidad. ¡Como ha crecido aquel pequeño!

Ya es de tarde, aquel pequeñito ha cruzado la puerta corriendo como un loco. Mi hermana está en su cuarto, así que al primero que ve es a mí. En unos segundos, con los brazos abiertos llega a donde estoy y me abraza muy fuerte. Y con una miradita suya me derrite completamente. Claro, un segundo luego me dice que quiere ver una película. ¡Como me compra ese niño!
Luego del almuerzo, es hora de la película. Y otra vez me sorprende ese niño. No me trae un Cd cualquiera para que lo ponga. Hay una bella caratula en la caja del Cd. Una conocida princesa de vestido blanco con su cabello rubio armando una trenza… ¡Frozen! (Tenía que ser sobrino mío xD)
Empezada la película, volteo un momento a verlo. Muy atento, no me presta atención. Ha crecido muy rápido mi pequeño sobrino. Por dentro, me pregunto por qué esta es una de las muy pocas veces que he pasado un tiempo así con él. Cinco años viviendo en la misma casa y casi no hemos compartido tiempo.

Quizá ya sea momento de pasar más tiempo con él. Quizá deba aprovechar esos años en que aun me busca para que le ayude a poner una película, o me pida que le arregle un juguete que rompió. Tal vez comer más veces juntos, o dejarle que me ayude a preparar uno de mis famosos Pyes de limón.
Es extraño. Quizá sean las pocas probabilidades de tener a alguien así de pequeño que comparta algo de mi sangre en mi futuro. No lo sé. De lo que si estoy seguro, es que el tiempo pasa demasiado rápido, y no quiero que aquel pequeño de los ojos enormes crezca tan rápido que algún día vea hacia atrás y lamente no haberlo aprovechado.
Por más que quiera, no podre detener el tiempo y proteger aquel vínculo que ahora comparto con él. Aquel engreído de la casa seguirá creciendo y empezara un día a dejarnos atrás para iniciar su independencia.


Ahora que puedo tenerlo cerca quiero vivir aun más momentos felices con él. No quiero que aquel pequeño termine escapándose de entre mis dedos, y no logre recuperarlo…

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Nota 1: Ando feelin', ¿se nota?
Nota 2: No estuve involucrado en su repentino gusto por Frozen. Solo aclaro.
Nota 3: Empezaron las clases, asi que escribiré mucho menos que antes. Igual léanme, ¿siiii?

Dejo la canción por aquí:

Sí, es la versión de Mamma Mía, no me odien xD

sábado, 14 de febrero de 2015

Angel II: Una broma del destino


¿Cómo pasó todo esto?

Han pasado ya dos semanas desde aquel extraño incidente en la pastelería, pero el recuerdo de lo que vi en aquel lugar aun ronda por mi mente. La dulce y profunda mirada de sus ojos, la tonalidad oscura de estos, aquel cabello oscuro ligeramente despeinado y la tierna sonrisa que se dibujo en su rostro al momento de retirarse, con aquel coqueto lunar que potenciaba la ternura de su expresión. No podía evitar pensar en el todo de la misteriosa figura que se acercó aquel día hacia mí. Aquella persona se había apoderado por completo de mi mente, quizá hasta de mi razón. Pero, tenía que esforzarme por olvidarlo todo. Esto no es normal, no es correcto.

Pasaron algunos días más, en los que el recuerdo de aquella misteriosa persona se mantuvo constantemente presente en cada actividad que realizara, hasta que llegó finalmente el día de integración de la nueva universidad a la que asistiría. Luego de un enorme esfuerzo e innumerables discusiones que involucraron a cada miembro de mi familia, había obtenido la libertad que tanto deseaba de elegir mi propio camino en la vida. Mis padres siempre quisieron tener un médico en la familia, mi único tío deseaba que fuera gerente como él, mientras que mi abuela quería que optara por una vida más religiosa y me dedicara a la teología. Tuve que “decidir” por la opción que se me pagaría al inicio. Y durante dos años y medio me vi obligado a vestir una bata blanca y aprender sobre órganos y fármacos perdiéndome en el estudio de temas que no llamaban mi atención en lo más mínimo. Hasta el día que descubrí que una universidad cercana a donde vivía ofrecía la carrera que tanto había deseado. Era tiempo de luchar por lo que quería ser y a donde quería llegar.

Ahora, me encuentro dando pasos fuertes y decididos hacia el que será mi centro de estudios definitivo. Es un día templado. El frio de las pasadas semanas de invierno ha disminuido. Ligeras brisas me acompañan en mi camino a clases. Hoy será un gran día, hoy conoceré a muchas personas. Hoy… me olvidare de esa persona.
 Mi caminata a la universidad resultó ser más corta de lo que esperaba. Veinte cuadras y treinta minutos después, ya estaba en la entrada de mi nuevo lugar de estudios. Un imponente arco color violeta me daba la bienvenida. Las paredes externas del lugar eran de un color gris muy poco agradable, pero que no tardaba mucho en asentarse y volverse más aceptable. Las rejas blancas que restringían, normalmente la entrada, se encontraban completamente abiertas. Los distintos pabellones de la universidad resultaron ser de un diseño en extremo sencillos. Bloques rectangulares de no más de cuatro pisos se elevaban frente a mí. Todos con el mismo diseño de una gran puerta de vidrio ubicada en el centro del primer piso, ventanas que abarcaban todo un lado de los salones, y barandas en la parte superior de los pabellones, quizá delimitando una azotea. Quizá lo único que diferenciaba a un pabellón de otro seria una solitaria en el extremo superior derecho de cada pabellón.
Después de perderme momentáneamente en absorber los pequeños detalles de mi nueva universidad, decidí dirigirme al pabellón con la letra F, donde se daría una corta charla de introducción a los nuevos estudiantes. Y como era de esperarse, el aula se encontraba casi vacía. ¡Qué manía la mía de llegar siempre tan temprano!
Ya que faltarían al menos otros quince minutos para que inicie la charla introductoria, decidí colocarme en uno de los asientos más cercanos a la puerta y me hundí en mis pensamientos alejándome así del salón en el que se encontraba mi cuerpo.
A los pocos minutos, o al menos lo que creí que fueron pocos minutos, un fuerte ruido en la parte trasera del auditorio, muy cerca a donde me encontraba, provoco que casi saltara de mi asiento, hecho que no paso desapercibido por mis futuros compañeros. El discurso que el profesor había iniciado se detuvo, y todas las miradas voltearon hacia la puerta del auditorio.
Para mi sorpresa, o quizá terror mío, me encontré con un par de conocidos ojos muy oscuros adornados por un despeinado cabello color marrón oscuro, que se encontraba ligeramente más largo de lo que recordaba. Desvié la mirada con todas mi fuerzas, aquel no era el momento para que nos reconociéramos. Quizá ni ahora ni en un futuro cercano.
Tras dar las disculpas del caso al profesor, ya que había llegado con una elegancia de treinta minutos tarde, aquel par de ojos de mirada profunda se dirigieron al asiento más alejado de la última fila del auditorio, en la misma recta donde yo me encontraba. Nuevamente, como sucedió en la pastelería semanas atrás, me costaba desviar los ojos de donde se encontraba. Y en esta única vez, sus ojos se cruzaron con los míos por unos segundos, pero ambos desviamos las miradas rápidamente. Había cierta complicidad del destino en estos encuentros.
Durante todo el tiempo que duró la charla introductoria, aproximadamente una hora más, no podía evitar desviar la mirada hacia aquel alejado asiento y rogar que quien se encontraba ahí no reconociera los rasgos de nerviosismo en mi rostro. Quizá aquello ya resultara demasiado patético. Por suerte, aquellos ojos se encontraban completamente cerrados, y su cabeza se inclinaba hacia delante de manera muy poco cómoda. ¿Cómo es posible que se haya dormido en tan poco tiempo? Quizá aquello podría considerarse un nuevo record. Y con sinceridad, debo decir que el hecho de que se durmiera tan rápido, y aquella imagen que bordeaba entre lo tierno en extremo y lo irresponsable, era algo que me resultaba demasiado atractivo.
Finalmente, terminó la clase introductoria y se nos repartieron los horarios del ciclo. Todos salieron de forma ordenada hacia sus respectivos salones. Para suerte mía, aquel día no tendría clase alguna, así que me levanté rápidamente del asiento y fui hacia la salida. No quería cruzarme con aquellos ojos que me dominaban con su profundidad de mirada. Mis pasos acelerados quizá sorprendieran a algunas personas, pero yo solo quería alejarme lo mas antes posible de aquella persona. ¿Acaso era esto una extraña broma de la vida? No puede ser que también estudie aquí.
Ya en el paradero, los deseos de volver a casa se incrementaban. Necesitaba llegar a aquel lugar seguro donde jamás se aparecería aquella persona. Mientras esperaba el carro, mi mente comenzó a divagar en las extrañas escenas de aquella mañana. La casualidad de que ambos estemos en la misma universidad… ¿y quizá en la misma carrera? Siempre habría un riesgo de que nos crucemos. Quizá ya era cosa de tiempo el que nos encontráramos. Ojala sea más tarde que temprano. Mientras más tarde, será mejor.
De repente, una mano se posa en mi hombro y me hace dar un salto y girar la cabeza. Un par de ojos oscuros me observaban más cerca de lo que me era cómodo.
– ¡Hola, chico de la silla! No pensé encontrarte aquí. Curioso que empecemos clase en la misma universidad, ¿No te parece?
– S-si, es una sorpresa, ¿no?
– ¡Completamente! ¿Sabes algo? Me pareces lindo
El nerviosismo se iba apoderando lentamente de mí. Solo yo podía haberme metido en una situación tan incómoda.
– Bueno, ese que viene es mi carro. Debo tomarlo.
¡Salvado!
– Por cierto, ¿Cómo te llamas?
– Uhm… S-soy Ángel. ¿Tú?
– Bonito nombre, Ángel. Soy Eduardo.
Y tan rápido como aquella sonrisa afuera de la pastelería, Eduardo dejo un tierno beso en mi mejilla y subió corriendo al carro dejándome de pie, observándolo y muy confundido para reaccionar…


¿Cómo pasó esto? Debe ser una broma del destino…

viernes, 6 de febrero de 2015

Daylight

“’cause in the daylight we’ll be on our own
But tonight I need to hold you so close”
Daylight – Maroon 5



Aquí estoy. Son las 7 de la mañana y no sé qué hacer ni qué pensar.
Horas atrás, me encontraba en un carro apresurando mi camino hacia aquel encuentro inocente que habíamos pactado. Aun no sé como decírselo. Me gustas, ¿sabes?
El temor y remordimiento se apoderaban de mí. ¿Sera ya momento de dar un paso más y dejar todo en el pasado? No lo sé. Quizá después de hoy, quizá encuentre la respuesta cuando todo acabe. Eso fue lo que me dije.
Los nervios se apoderaban de mí. El volumen de mi voz parecía no tener control alguno. Típico de mí. Mis manos temblaban ligeramente. Evitaba el más mínimo roce para no provocar malentendido alguno. Demasiado típico de mí.
Una película, un abrazo y un repentino interés por mi seguridad en tan avanzada hora de la noche fue todo lo que basto. Quizá ya era hora de confiar en mi instinto. Y así fue.

Avanzando dos meses desde aquel día, llego el momento inevitable. Ambos sabíamos que pasaría. No había forma de evitarlo. Aun así, parece haber llegado tan rápido.
Es de noche. No queremos dormir. No podemos hacer más que mirarnos y prolongar el poco tiempo que nos queda para estar juntos. Le pregunto de sus preparativos. ¿Ya empacaste esto? o No te olvides de guardar eso otro. Aun con el poco tiempo no dejo de pensar que debe irse preparado.
No queremos dormir. No quiero acabar con el corto momento que tenemos. No quiere arriesgarse a no poder despertarse a tiempo. Improvisamos todo tipo de conversación. No importan los temas, solo queremos alejar lo más posible la despedida. Ambos lo tenemos muy claro. Cuando amanezca, se tendrá que ir.
El momento de la despedida se acerca cada vez más. El único consuelo posible es el recuerdo de una pequeña despedida. Un abrazo, un momento solo nuestro, fotos, sonrisas y miradas.

Ya amaneció. La luz del día en que deberá partir nos recuerda los pocos minutos que tenemos de estar tan cerca. Una videollamada. Un último saludo. Puedo verte y tú a mí. Me sonríes. Intentamos ocultar la tristeza de tener que separarnos. No es por mucho, lo sé. Debemos ser fuertes. Debemos resistir. Pronto volverás.
Ya es el momento. Empezaste a despedirte y no sé cómo ocultar lo que siento. Creo que te das cuenta e intentas hacerme reír. Lo siento, debía ser lo contrario. Te veo haciendo ya la cola para entrar. Finalmente, ha llegado el momento. Nos despedimos. Una última sonrisa y la pantalla se oscurece.

Que tengas un buen viaje.

jueves, 8 de enero de 2015

Angel I: E.D.U.


¿Cómo es que terminé así...?

Me encontraba sentado en la banca favorita de mi parque favorito, aquel que se encuentra a la espalda de donde vivo. Un aun encendido cigarrillo era mi único acompañante en aquella fría noche de invierno. ¿Qué puedo decir? Me gusta disfrutar de un momento de paz a solas en el parque, bajo los árboles que han presenciado todas mi penas, en cuyo troncos me reclinaba a pensar sobre la vida y el por qué, en lo que se refiere a temas del corazón, no suele irme tan bien. No estoy hecho para una relación, suelo pensar.
Encontrándome completamente perdido en mis pensamientos un tanto depresivos, una tímida gota de lluvia cayó sobre una de las lunas de mis lentes resbalando hasta estallar en mi mano.

El frio clima invernal, un cigarrillo y una ligera lluvia cayendo sobre mí. Este es el clima ideal, mi momento feliz, el pequeño pedazo de cielo que me ayuda a calmar las penas de tantos dolores y cicatrices del corazón. La gruesa casaca sobre mí, los pantalones jeans oscuros que suelo utilizar estos días fríos, son toda la protección que necesito, se me permite así disfrutar de este momento.

Pero, no estoy completamente libre para disfrutarlo, al menos no por unos días. Esta nueva libertad, obtenida a través la enorme crueldad de haber roto un corazón inocente, pesa sobre mí en gran medida. Nunca quise herirle. No pensé que lo tomaría de esa manera, pero debía ser honesto desde el inicio. Quizá no era el momento, aun no estábamos listos, fueron las palabras con las que rompí su tierno corazón. Pero es así, en asunto del amor, no hay forma de terminar una relación sin que un corazón termine herido. De todas maneras, el peso de aquella mirada llena de esperanza, aquellas lágrimas que fluyeron luego de la ruptura, aun los cargo sobre mí. Es mi pena por haberle causado ese dolor.
El constante ruido de los autos, las pisadas apresuradas de las personas que huyen de tan relajante lluvia se escucha a la distancia. Ya es hora de salir de mis pensamientos y retornar a la realidad. El frio esta finalmente atravesando la protección de mi ropa, ya es momento de retirarme. Mis pisadas son lentas, no quiero volver rápido a casa. La soledad de mi habitación no tendrá un efecto agradable en mí. Por hoy, no quiero estar solo.
Y así, me detuve en una pequeña tienda en mi camino. Era una pastelería nueva, tan nueva que el nombre aun no había sido descubierto de aquel plástico negro que lo cubría. Por fuera, era una simple tienda sin grandes detalles excepto un elaborado arco que rodeaba la entrada. De un color entre blanco y casi rosa, invitaba a la personas a ingresar. Por lo que acepte la invitación y me adentre en el local. Una cálida brisa me dio la bienvenida. La calefacción del lugar disipaba todo rastro del frio ambiente que dominaba en el exterior. El interior de la tienda acentuaba más la idea de calidez. Paredes un rosa muy suave rodeaban a toda la clientela. Las mesas eran blancas, con sillas que hacían juego y pequeñas almohadillas con patrones de esferas blancas y corazones sobre las cuales sentarse. Los aparadores mostraban postres de distintas formas y colores, con posibles sabores capaces de hacer olvidar toda pena.
Aun con un poco de húmedo frio en el cuerpo, me dirigí a la mesa más alejada del lugar. Aquella pequeña mesa con solo dos sillas, ideal para una pequeña comida romántica compartiendo un pequeño pastelillo, o quizá conversar mientras se toma un chocolate caliente y se realizan tiernos intentos de coqueteo. Bueno, yo estaba solo y aquella mesa me recordaba el mal momento que pasaba. Creo que soy masoquista.
Ya en mi lugar, y habiendo ordenado una taza de chocolate caliente, desvié la mirada hacia la ventana de la pastelería. Aun hay personas en la calle, la mayoría con pasos apresurados para escapar de la pesada lluvia que ya caía. Otros, llevaban paraguas para protegerse. Era claro que los últimos tuvieron oportunidad de prepararse.

Las gotas de lluvia cayendo sobre el pavimento, las aceleradas pisadas de la gente, la enorme variedad de colores de la ropa para el frio y paraguas que transitaban en el exterior fue hipnotizándome más y más, haciéndome perder la noción de todo a mi alrededor, hasta que un ligero toque en el hombro me obligo a girar la cabeza a una velocidad tan intensa que sentí mis ojos casi salir de su lugar. Estuve a punto de exclamar el por qué la necesidad de asustarme de esa manera, cuando fui interrumpido por una sencilla pregunta.
– Disculpa, ¿Podría utilizar esta silla? Mi mesa no tiene ninguna y necesito sentarme.
No podría decir que fue lo que más impactó en ese momento. Quizá la forma cordial de dirigirse a un desconocido, quizá la profunda mirada de sus pequeños ojos, la tonalidad oscura de estos o aquel cabello entre negro y marrón casi despeinado. Quizá fue aquel coqueto lunar que adornaba el borde de sus labios, o lo delgados y suaves que se veían bajo las tenues luces del lugar. Y seguí admirando cada detalle de aquel tierno rostro hasta que, luego de unos segundos, me di cuenta que no había respondido.
– Sí, claro. N-no hay problema
Y eso fue todo lo que conseguí pronunciar sin morder mi lengua por los nervios.

Luego de tan bochornosa escena, trate de despejar mi mente, y detener el temblor que se mostraba en mis manos, al perderme en la caída de la lluvia y los apresurados transeúntes. Pero, había algo extraño ahora, mi mente ya no podía concentrarse en lo que ocurría al otro lado del marco de la ventana. Una extraña, y quizá sobrenatural fuerza, me insistía en girar la cabeza hacia el otro extremo del local, hacia aquella parte donde habría también una solitaria mesa con una solitaria silla. Tras varios minutos intentando evitar aquel extraño impulso, finalmente me rendí a mirar en aquella dirección y fue ahí cuando le vi.
Tenía la mirada fija en un pequeño pero grueso libro, cuyas hojas se veían a pocos instantes de desprenderse. ¿Tan descuidado puede ser con sus cosas? Nuevamente, no pude evitar perderme en aquel oscuro cabello, en lo corto y bien peinado que lo tenía, ni pensar en aquellos ojos negros con tal profundidad que casi me pierdo en ellos minutos atrás. Sentía envidia de aquel libro. Debería ser yo quien este frente a esos bellos ojos, comencé a decirme. Pero, esos pensamientos ya se tornaban demasiado extraños para mi gusto. No era correcto, no sabía ni quién era.
Gire la cabeza nuevamente para poder admirar el paisaje del exterior y poder perderme en el, un lugar donde si se me permitía fantasear. No era posible que mi mente deambulara tanto hacia una persona que había visto por primera vez pocos minutos atrás, no era correcto. Y fue, finalmente, un zumbido en el bolsillo derecho de mi pantalón que me ayudo a distraerme. Ya se había hecho tarde, era hora de volver a casa. 
Luego de llegado mi pedido, levante la cabeza en dirección a la ventana para cerciorarme que la lluvia se había detenido. Al otro lado del vidrio de la ventana, unos tiernos ojos muy oscuross me observaron mientras se acomodaba la cálida chalina para protegerse del frio. Y fue tras una rápida y tímida sonrisa, que continuó su camino y se perdió entre la multitud de la calle.

¿Cómo es que terminé así por alguien que aun no conozco?