martes, 5 de marzo de 2013

El día que morí

Jueves, 3 de Mayo del 2012


Aquel fue un trágico día, una madrugada de frío y dolor.

Lágrimas recorren mis mejillas, una atmósfera gélida y pesada recae sobre ambos.
No queremos rendirnos, no pensamos dejar pasar este momento. La hora de liberar aquellos sentimientos reprimidos ha llegado finalmente.
Gritos que estremecen las paredes de aquella habitación. Palabras que debían mantenerse ocultas han sido pronunciadas.
Los lamentos de aquel instante, el dolor de un corazón burlado y confuso, ya no pueden contenerse.
Si las palabras pueden ser un arma destructiva, los puños son el arma por excelencia. Ya todo ha quedado atrás, ya no hay barreras que detengan o repriman.

Siento mi ser destruyéndose a cada segundo. Mi cuerpo de desmorona de los golpes que recibe, mientras el corazón sangra por recibirlos de aquella persona. ¿Qué debía esperar? Una parte de mí sabía que este momento iba a llegar.
Quiero defenderme, no puedo permitir que esto continúe  Mi cuerpo no responde, el instinto no quiere surgir. Quizá ya me rendí de luchar tanto, quizá ya quiero acabe todo aquí.

El conflicto prosigue, ya el cuerpo no soporta más. Es el último instante, la última oportunidad.
Un momento de duda, un instante de debilidad, sólo se necesita eso.

Unas manos se aferran con firmeza a mi cuello. Un segundo de presión es suficiente. Intento retirarle, conozco el riesgo de lo que está sucediendo. No puedo exponerme, no pienso dejarle proseguir.
Las fuerzas me van abandonando. Cada vez, cuesta más luchar. Ya no puedo continuar, mis brazos van debilitándose al segundo. Me rindo, ya no quiero luchar más. Si este es el destino que me tocó, es momento de aceptarlo. Ha sido suficiente, esto es todo.
Siento aquellas firmes manos presionar con mayor fuerza, toda resistencia finalmente desapareció. Un último instante, un último deseo. Después, todo se oscureció...


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Y eso es lo último que recuerdo que aquel trágico día que marco mi vida.