sábado, 14 de febrero de 2015

Angel II: Una broma del destino


¿Cómo pasó todo esto?

Han pasado ya dos semanas desde aquel extraño incidente en la pastelería, pero el recuerdo de lo que vi en aquel lugar aun ronda por mi mente. La dulce y profunda mirada de sus ojos, la tonalidad oscura de estos, aquel cabello oscuro ligeramente despeinado y la tierna sonrisa que se dibujo en su rostro al momento de retirarse, con aquel coqueto lunar que potenciaba la ternura de su expresión. No podía evitar pensar en el todo de la misteriosa figura que se acercó aquel día hacia mí. Aquella persona se había apoderado por completo de mi mente, quizá hasta de mi razón. Pero, tenía que esforzarme por olvidarlo todo. Esto no es normal, no es correcto.

Pasaron algunos días más, en los que el recuerdo de aquella misteriosa persona se mantuvo constantemente presente en cada actividad que realizara, hasta que llegó finalmente el día de integración de la nueva universidad a la que asistiría. Luego de un enorme esfuerzo e innumerables discusiones que involucraron a cada miembro de mi familia, había obtenido la libertad que tanto deseaba de elegir mi propio camino en la vida. Mis padres siempre quisieron tener un médico en la familia, mi único tío deseaba que fuera gerente como él, mientras que mi abuela quería que optara por una vida más religiosa y me dedicara a la teología. Tuve que “decidir” por la opción que se me pagaría al inicio. Y durante dos años y medio me vi obligado a vestir una bata blanca y aprender sobre órganos y fármacos perdiéndome en el estudio de temas que no llamaban mi atención en lo más mínimo. Hasta el día que descubrí que una universidad cercana a donde vivía ofrecía la carrera que tanto había deseado. Era tiempo de luchar por lo que quería ser y a donde quería llegar.

Ahora, me encuentro dando pasos fuertes y decididos hacia el que será mi centro de estudios definitivo. Es un día templado. El frio de las pasadas semanas de invierno ha disminuido. Ligeras brisas me acompañan en mi camino a clases. Hoy será un gran día, hoy conoceré a muchas personas. Hoy… me olvidare de esa persona.
 Mi caminata a la universidad resultó ser más corta de lo que esperaba. Veinte cuadras y treinta minutos después, ya estaba en la entrada de mi nuevo lugar de estudios. Un imponente arco color violeta me daba la bienvenida. Las paredes externas del lugar eran de un color gris muy poco agradable, pero que no tardaba mucho en asentarse y volverse más aceptable. Las rejas blancas que restringían, normalmente la entrada, se encontraban completamente abiertas. Los distintos pabellones de la universidad resultaron ser de un diseño en extremo sencillos. Bloques rectangulares de no más de cuatro pisos se elevaban frente a mí. Todos con el mismo diseño de una gran puerta de vidrio ubicada en el centro del primer piso, ventanas que abarcaban todo un lado de los salones, y barandas en la parte superior de los pabellones, quizá delimitando una azotea. Quizá lo único que diferenciaba a un pabellón de otro seria una solitaria en el extremo superior derecho de cada pabellón.
Después de perderme momentáneamente en absorber los pequeños detalles de mi nueva universidad, decidí dirigirme al pabellón con la letra F, donde se daría una corta charla de introducción a los nuevos estudiantes. Y como era de esperarse, el aula se encontraba casi vacía. ¡Qué manía la mía de llegar siempre tan temprano!
Ya que faltarían al menos otros quince minutos para que inicie la charla introductoria, decidí colocarme en uno de los asientos más cercanos a la puerta y me hundí en mis pensamientos alejándome así del salón en el que se encontraba mi cuerpo.
A los pocos minutos, o al menos lo que creí que fueron pocos minutos, un fuerte ruido en la parte trasera del auditorio, muy cerca a donde me encontraba, provoco que casi saltara de mi asiento, hecho que no paso desapercibido por mis futuros compañeros. El discurso que el profesor había iniciado se detuvo, y todas las miradas voltearon hacia la puerta del auditorio.
Para mi sorpresa, o quizá terror mío, me encontré con un par de conocidos ojos muy oscuros adornados por un despeinado cabello color marrón oscuro, que se encontraba ligeramente más largo de lo que recordaba. Desvié la mirada con todas mi fuerzas, aquel no era el momento para que nos reconociéramos. Quizá ni ahora ni en un futuro cercano.
Tras dar las disculpas del caso al profesor, ya que había llegado con una elegancia de treinta minutos tarde, aquel par de ojos de mirada profunda se dirigieron al asiento más alejado de la última fila del auditorio, en la misma recta donde yo me encontraba. Nuevamente, como sucedió en la pastelería semanas atrás, me costaba desviar los ojos de donde se encontraba. Y en esta única vez, sus ojos se cruzaron con los míos por unos segundos, pero ambos desviamos las miradas rápidamente. Había cierta complicidad del destino en estos encuentros.
Durante todo el tiempo que duró la charla introductoria, aproximadamente una hora más, no podía evitar desviar la mirada hacia aquel alejado asiento y rogar que quien se encontraba ahí no reconociera los rasgos de nerviosismo en mi rostro. Quizá aquello ya resultara demasiado patético. Por suerte, aquellos ojos se encontraban completamente cerrados, y su cabeza se inclinaba hacia delante de manera muy poco cómoda. ¿Cómo es posible que se haya dormido en tan poco tiempo? Quizá aquello podría considerarse un nuevo record. Y con sinceridad, debo decir que el hecho de que se durmiera tan rápido, y aquella imagen que bordeaba entre lo tierno en extremo y lo irresponsable, era algo que me resultaba demasiado atractivo.
Finalmente, terminó la clase introductoria y se nos repartieron los horarios del ciclo. Todos salieron de forma ordenada hacia sus respectivos salones. Para suerte mía, aquel día no tendría clase alguna, así que me levanté rápidamente del asiento y fui hacia la salida. No quería cruzarme con aquellos ojos que me dominaban con su profundidad de mirada. Mis pasos acelerados quizá sorprendieran a algunas personas, pero yo solo quería alejarme lo mas antes posible de aquella persona. ¿Acaso era esto una extraña broma de la vida? No puede ser que también estudie aquí.
Ya en el paradero, los deseos de volver a casa se incrementaban. Necesitaba llegar a aquel lugar seguro donde jamás se aparecería aquella persona. Mientras esperaba el carro, mi mente comenzó a divagar en las extrañas escenas de aquella mañana. La casualidad de que ambos estemos en la misma universidad… ¿y quizá en la misma carrera? Siempre habría un riesgo de que nos crucemos. Quizá ya era cosa de tiempo el que nos encontráramos. Ojala sea más tarde que temprano. Mientras más tarde, será mejor.
De repente, una mano se posa en mi hombro y me hace dar un salto y girar la cabeza. Un par de ojos oscuros me observaban más cerca de lo que me era cómodo.
– ¡Hola, chico de la silla! No pensé encontrarte aquí. Curioso que empecemos clase en la misma universidad, ¿No te parece?
– S-si, es una sorpresa, ¿no?
– ¡Completamente! ¿Sabes algo? Me pareces lindo
El nerviosismo se iba apoderando lentamente de mí. Solo yo podía haberme metido en una situación tan incómoda.
– Bueno, ese que viene es mi carro. Debo tomarlo.
¡Salvado!
– Por cierto, ¿Cómo te llamas?
– Uhm… S-soy Ángel. ¿Tú?
– Bonito nombre, Ángel. Soy Eduardo.
Y tan rápido como aquella sonrisa afuera de la pastelería, Eduardo dejo un tierno beso en mi mejilla y subió corriendo al carro dejándome de pie, observándolo y muy confundido para reaccionar…


¿Cómo pasó esto? Debe ser una broma del destino…

viernes, 6 de febrero de 2015

Daylight

“’cause in the daylight we’ll be on our own
But tonight I need to hold you so close”
Daylight – Maroon 5



Aquí estoy. Son las 7 de la mañana y no sé qué hacer ni qué pensar.
Horas atrás, me encontraba en un carro apresurando mi camino hacia aquel encuentro inocente que habíamos pactado. Aun no sé como decírselo. Me gustas, ¿sabes?
El temor y remordimiento se apoderaban de mí. ¿Sera ya momento de dar un paso más y dejar todo en el pasado? No lo sé. Quizá después de hoy, quizá encuentre la respuesta cuando todo acabe. Eso fue lo que me dije.
Los nervios se apoderaban de mí. El volumen de mi voz parecía no tener control alguno. Típico de mí. Mis manos temblaban ligeramente. Evitaba el más mínimo roce para no provocar malentendido alguno. Demasiado típico de mí.
Una película, un abrazo y un repentino interés por mi seguridad en tan avanzada hora de la noche fue todo lo que basto. Quizá ya era hora de confiar en mi instinto. Y así fue.

Avanzando dos meses desde aquel día, llego el momento inevitable. Ambos sabíamos que pasaría. No había forma de evitarlo. Aun así, parece haber llegado tan rápido.
Es de noche. No queremos dormir. No podemos hacer más que mirarnos y prolongar el poco tiempo que nos queda para estar juntos. Le pregunto de sus preparativos. ¿Ya empacaste esto? o No te olvides de guardar eso otro. Aun con el poco tiempo no dejo de pensar que debe irse preparado.
No queremos dormir. No quiero acabar con el corto momento que tenemos. No quiere arriesgarse a no poder despertarse a tiempo. Improvisamos todo tipo de conversación. No importan los temas, solo queremos alejar lo más posible la despedida. Ambos lo tenemos muy claro. Cuando amanezca, se tendrá que ir.
El momento de la despedida se acerca cada vez más. El único consuelo posible es el recuerdo de una pequeña despedida. Un abrazo, un momento solo nuestro, fotos, sonrisas y miradas.

Ya amaneció. La luz del día en que deberá partir nos recuerda los pocos minutos que tenemos de estar tan cerca. Una videollamada. Un último saludo. Puedo verte y tú a mí. Me sonríes. Intentamos ocultar la tristeza de tener que separarnos. No es por mucho, lo sé. Debemos ser fuertes. Debemos resistir. Pronto volverás.
Ya es el momento. Empezaste a despedirte y no sé cómo ocultar lo que siento. Creo que te das cuenta e intentas hacerme reír. Lo siento, debía ser lo contrario. Te veo haciendo ya la cola para entrar. Finalmente, ha llegado el momento. Nos despedimos. Una última sonrisa y la pantalla se oscurece.

Que tengas un buen viaje.